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FAMILIA DE ORIGEN DEL TERAPEUTA: EL TRAUMA EN SESIÓN (I)

Afrontar situaciones de interacción difícil se convierte en un punto
relevante en el proceso de formación y de crecimiento en cualquier terapeuta,
independientemente de la orientación teórica que sustente su quehacer.
En su formación, debe conocer y conocerse también en las interacciones
con las familias/pacientes difíciles, con patología, con problemas de apego
severo o con traumas que vuelven más complejo el proceso terapéutico.
Hacemos referencia a casos de violencia, adopciones, suicidio, abusos o
negligencia, entre otros.
En los momentos de alta intensidad o desbordamiento emocional que
se dan lugar, actuamos conteniendo y reconduciendo los mismos hasta niveles
que vuelvan a hacer operativo el intercambio dialógico en sesión (Ortega y
Lema, 2017). Sabiendo que el desborde del paciente o de uno de los miembros
de la familia, en sesión familiar, provocará reacciones, muchas veces
impredecibles y la mayoría descontroladas, que cubrirán la sesión de una alta
intensidad emocional.


CIRCULARIDAD RELACIONAL PATOLÓGICA
Tanto en el contexto terapéutico como en el de formación o supervisión
las dinámicas relacionales que se generan son construidas por los miembros
que participan del sistema. Éstas se van autorregulando en el continuo
intercambio comunicacional.
Tener esto en cuenta recobra especial relevancia cuando “nuestro
paciente/familia difícil” entra en sesión. Por un lado, se activan mecanismos
de defensa o huida en el terapeuta dependiendo del grado de alarma con el
que se viva. Por otro, la propia sintomatología patológica de la familia. Esta
conjunción puede arrastrar al profesional a una dinámica relacional circular
de carácter patológico donde sean los propios síntomas de la familia los que
guíen la intervención, sin que el terapeuta o supervisor sea del todo consciente
de este devenir, más preocupado en gestionar su propio estado de alerta.

Para ser agentes de cambio en la sesión, sin embargo, el foco atencional del terapeuta debe estar en el vínculo relacional y lo que acaece en él. Esto permite generar contextos que ayuden a buscar equilibrio y la solución de los problemas, sin necesidad de que los síntomas lo hagan en su lugar.

EL PACIENTE/FAMILIA CON TRAUMA EN SESIÓN
Gran parte de la patología que observamos en clínica puede tener un
origen traumático. Entendiendo por trauma aquello que “Es ajeno a la
variedad de acontecimientos de la vida cotidiana, y en ellos el individuo se ve
implicado en hechos que representan un peligro para su vida o siente
amenaza por su integridad física y/o psíquica” (Cordech, 2018, p. 284). Según
Shapiro (2010) hay dos tipos de traumas: los traumas que son debidos a
situaciones en la edad adulta que coinciden con el trastorno por estrés posttraumático y traumas relacionados con el apego que vienen de la infancia
(Hérnandez, 2017).
En pacientes que han sufrido experiencias tan dolorosas como maltrato
o abandono, el nivel de intimidad propio de la terapia les queda inaccesible y
alejado. En sesión sólo podrán mostrar aspectos que han servido de protección
a lo largo de su vida. Conductas violentas, de bloqueo o especialmente
complacientes será su manera de interaccionar. La disociación se uniría a los
mecanismos disponibles para pacientes con un alto nivel de sufrimiento.
Dividir la mente en diferentes compartimentos les permitirán guardar las
sensaciones y recuerdos dolorosos mientras pueden desarrollar una vida
adaptada sin que la herida quede expuesta permanentemente.
Todo esto ocurre también más allá del lenguaje explícito que se muestra
en terapia. Porque la forma de relacionarnos y de afrontar las diferentes
situaciones se han ido creando, como si fueran capas estratificadas, en
nuestro cerebro y en nuestro cuerpo desde edades muy tempranas. Desde
entonces, parte de esta información se encuentra guardada en el inconsciente
y se expresa en mayor medida a través de conductas corporales o de síntomas
somáticos. Es la memoria corporal (Odgen, 2016). Por tanto, deberemos
prestar atención a las señales corporales, tanto propias como procedentes de los pacientes, con el objetivo de obtener la información que solo las palabras no pueden transmitir.
Así mismo, cuando nos centramos en el sistema familiar, el foco se
amplifica y complejiza. De manera que llegamos a plantearnos qué problemas
familiares, estilo relacional familiar o tipos de familias facilitan o dificultan
el proceso terapéutico.
Un primer acercamiento, siguiendo a Guy Ausloos (2005) nos remite a
familias especialmente rígidas y familias caóticas. Como elementos
definitorios de ambas, nos encontramos con familias que producen miembros
con importantes patologías y en cuyo seno se encuentra el poder como juego
relacional. En sesión se pueden ver en forma de secretos que se traslucen a
medias, triangulaciones o coaliciones especialmente perniciosas en las
dinámicas familiares. La repetición de pautas generacionales se convierte en
el único recurso que muchas familias tienen para afrontar dolor e
incertidumbre. Esta reiteración se torna peligrosa cuando los patrones
generan patologías en los miembros, sobre todo en los más vulnerables.
Es desde la interacción que cobra especial relevancia la supervisión. En
los casos de intervenciones difíciles, la supervisión permite que el terapeuta
visualice y tolere la incertidumbre asociada a una multitud de resultados
posibles frente a la todas las variables en juego que deben considerarse de
manera simultánea. Disminuir la necesidad de activar estrategias defensivas
o de ataque pasa por generar interacciones, en supervisión, que alienten la
seguridad de un modo tanto implícito (a través de la cordialidad, la
consistencia, la regularidad, el compromiso y el tono de voz del
terapeuta/supervisor) como explícito (a través de la sensibilidad afectiva y la
capacidad de mentalización verbalmente expresada del terapeuta/supervisor
(Holmes y Slade, 2019). Y con aquellos temas relacionados, directa o
indirectamente, con la propia familia de origen que resurgirán casi
irremediablemente en estas sesiones.

EL APEGO Y FAMILIAS CON TRAUMA

Así como en nuestra vida personal cuando sentimos amenaza buscamos ansiosamente un lugar donde encontrarnos seguros, desde el que poder estar mejor, más regulados y/o con mayor serenidad, en sesión esta tendencia también aparece. Y aparece tanto para el paciente como para el terapeuta. Porque el terapeuta también siente amenaza y necesidad de seguridad en muchos de los momentos críticos de las sesiones (Casas y Pérez-Manglano, 2015). El terapeuta también activa su sistema de apego en sesión con 4 movimientos que le permiten encontrar el lugar seguro, protegerse de la amenaza y reducir el estado de ansiedad. De ahí, la relevancia de conocer nuestro propio estilo de interacción y nuestros esquemas mentales. Nuestro trabajo con los terapeutas en formación y/o supervisión, consiste en ayudar a que el terapeuta encuentre el sitio emocional, cognitivo y comportamental desde el que ser más eficaz; sus recursos con los que puede ayudar y ayudarse en su manejo emocional y, sobre todo, la habilidad de transformar el influjo de su propia historia en soportes desde los que construir un puente de una manera segura hacia la inseguridad de la familia o paciente para facilitar su crecimiento y evolución. Estos patrones surgirán en el terapeuta en la medida en que la amenaza o la crisis hagan mella en su estado emocional y los patrones seguros se desestabilicen de manera que afloren los de carácter más inseguro. La coincidencia o complementariedad en el proceso o de la estructura en la familia con sintomatología patológica, con el profesional puede provocar reacciones poco terapéuticas. Si pensamos en patrones de apego inseguros similares entre familia/paciente y profesional las combinaciones pueden ser peligrosas para el mantenimiento del vínculo terapéutico y el proceso de intervención, en general. Así, patrones evitativos familiares y del terapeuta pueden hacer que el problema quede minimizado o disuelto entre un montón de circunstancias particulares que deslizarán el foco terapéutico hacia objetivos que nada tendrán que ver con el problema real familiar. Por otro lado, pensar en patrones ansiosos – ambivalentes en la sesión, procedentes tanto de la familia como del terapeuta puede hacer que las crisis se hagan irresolubles en una vorágine de emociones intensas y desreguladas. Por último, la aparición de patrones complementarios entre familia/paciente con patología y terapeuta, pueden acabar en el peor de los casos en una pugna por el foco, relevancia de la patología y/o un eterno diálogo por discernir la metodología eficaz en el tratamiento (Casas, 2021).

BIBLIOGRAFÍA

Ausloos, G. (2005). Las capacidades de la familia. Tiempo, caos y proceso. Barcelona:
Herder
Casas, C. (2021). La familia de origen del terapeuta en sesión. Moviéndonos entre
familias. Madrid: Morata.
Casas, C. y Pérez-Manglano, B. (2015). “Cuando sé dónde estoy y quién soy contigo,
te encuentro más rápido”: Lo transgeneracional del terapeuta familiar”. En
Mosaico 60, 96-110.
Coderch, J. (2018) Las experiencias terapéuticas en el proceso psicoanalítico. Madrid:
Agora relacional
Gonzalo, J.L. (2015) Vincúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en los niños
adoptados y acogidos. Ed. Desclée de Brouwer. Barcelona
Hernández, M. (2017). Apego y psicopatología: la ansiedad y su origen. Bilbao:
Desclée de Brouwer.
Holmes, J. y Slade, A. (2019). El apego en la práctica terapéutica. Bilbao: Desclée de
Brouwer
Odgen, P. y Fisher J (2016) Psicoterapia Sensoriomotriz. Intervenciones para el
trauma y el apego. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Ortega, J, y Lema, R. (2017). Estrategias para aumentar la intensidad terapéutica.
Redes, 36, 151-170. Diciembre.
Rolland, J.S. (1994). Families, Illness and Disability. Nueva York: Basic Books.
Safran, J. y Muran, C. (2013). La alianza terapéutica. Una guía para el tratamiento
relacional. Bilbao: Desclée de Brower
Sainz, F. (2017). Winnicott y la perspectiva relacional en el psicoanálisis. Barcelona:
Herder
Shapiro, R. (2010). The trauma treatment handbook. Protocols across the spectrum.
New York: Norton
Siegel, D. (2010) La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro
para modelar nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Szmulewicz, T. (2013).” La persona del terapeuta: eje fundamental de todo proceso
terapéutico”. Rev. chil. neuropsiquiatr. vol.51 no.1 Santiago mar. versión On-line ISSN 0717-9227

 

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Carmen Casas García

Doctora en Psicología
Psicóloga Clínica
Terapeuta y Supervisora Familiar
Docente Universitaria de distintos másteres y Cursos de Experto en Psicología
Autora de los títulos:
“La Familia de Origen del Terapeuta en Sesión. Moviéndonos entre familias”.
"Terapia de Autorregulación Emocional para la Reducción de Grasa y Peso Corporal: Predictores de Cambio.”
“Tratamiento del Sobrepeso y Exceso Grasa”.

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