Mi nombre es Nuria, soy psicóloga sanitaria y ahora tengo 46 años. Soy bastante protectora de mi vida personal, aunque en esta ocasión, mi compañero y amigo Manuel Hernández, presidente de la Asociación Española del Trauma Psicológico, me ha pedido que colabore con él para escribir acerca del trauma y Covid y me ha pedido que escriba mi experiencia. Lo he pensado mucho y es que, si Manuel me lo pide y desde el respeto y cariño que nos procesamos, yo no puedo más que decirle que sí y ayudarlo siempre como él me ayuda siempre a mí.
Se habla mucho de los efectos físicos del COVID, que en algunos casos llevan desgraciadamente a la muerte. Lo sé porque yo misma tuve miedo por mi vida. Pero hoy quiero escribir sobre tema del que apenas se dice nada. Los efectos psicológicos y traumáticos de tener la enfermedad, esas experiencias que ahora vienen a mi en forma de imágenes que no puedo controlar.
Hasta ahora creía que toda la experiencia la había integrado, pero me doy cuenta que quizás no tanto porque al empezar a escribir este texto, me ha removido: quizás porque aún sigo recuperándome, queda mucho para ser la de antes y el ciclo no está cerrado; quizás por esto también que no había realizado aún una reconstrucción mental a modo de hilo conductor que ordene toda la experiencia a nivel emocional. No sé.
En este momento se me vienen muchas imágenes y recuerdos a mi mente:
Una noche que me hija estaba durmiendo conmigo y me desperté porque el corazón se me salía del pecho y no me entraba aire, sabía que me estaba muriendo. Vivimos las dos solas y pensé que no podía morirme en ese momento, que mi hija no podía despertarse a la mañana siguiente y encontrarse a su madre muerta en la cama. Alcancé los aerosoles como pude e inhalé no se cuantas veces de cada uno de ellos. Ahí acabé de nuevo en urgencias.
Otro recuerdo que me ha venido es la vuelta a casa después de la UCI. Fue cuando vi que no podía caminar y aún no había visto los cambios en mi cuerpo y en mi cara como consecuencia de la medicación. Muy emocionada por haber salvado la vida y regresar a casa y lo que sentí al no poder besar ni abrazar a mi hija porque tenía que estar en cuarentena aislada en una habitación a la salida del hospital. Sólo verla de lejos, con la distancia social que para mi fue un abismo. Dolor, mucho dolor. Tener mi hija que vivir todo esto, ver así a su madre.

También me ha venido cuando me dijeron en el hospital que había contagiado a mi madre. De nuevo mucho dolor y lágrimas en soledad pensando que por mi culpa iba a morir, que ella no lo iba a soportar porque es enferma crónica de pulmón y oxigeno dependiente 24 horas al día. Mucho dolor y mucha culpa.
Hay muchas imágenes del Covid y sigue habiéndolas, porque las secuelas siguen en mí, aunque todo empezó el 28 de agosto de 2020. Era viernes y pensé que no sería capaz de terminar de ver a los pacientes que tenía en consulta, estaba agotada y esto no era normal en mí. Quiero aquí hacer un pequeño inciso. Se dice “cansancio” porque no existe palabra que denomine este síntoma Covid. No es cansancio en sí, es inmovilidad, no tener fuerzas, tu cuerpo no te responde y mucho dolor. Después ya vinieron la fiebre, los dolores musculares y los dolores de cabeza fuertes.
El virus pasó, pero dejó una estela que aún permanece. Con idas y venidas de síntomas, con recuperación y recaídas.
Los primeros síntomas fueron los respiratorios cuya secuela ha sido una fibrosis pulmonar a causa de la neumonía bilateral grave que me había producido el virus. También fuertes dolores de cabeza y timbres constantes en los oídos. Fueron meses de no poder moverme ni hablar por la falta de oxígeno.
Tuve que aprender a caminar de nuevo. Al principio me agarraba a las paredes y después del brazo de mi padre muy lentamente y con muchas paradas. Mucho dolor físico, pero ya no me importaba porque estaba en casa, había sobrevivido.
Estos síntomas mejoraron y vinieron los neurológicos que llegaron de repente y sin aviso. Uno de los primeros días que ya iba sola en paseos muy cortos, iba a mi farmacia de toda la vida que está debajo de mi casa. Hablando con la farmacéutica de pronto me sentí desorientada, como desconectada y no sabía donde estaba ni como había llegado allí. Fueron segundos, segundos eternos. Llamaron a mi padre y tuvo que venir a por mí.
Esto son sólo unos ejemplos, hay más que omito porque no siento pena por mí, ni siento que esto sea la parte central de mi historia con el Covid.
Hay más, como la caída del cabello. Físicamente no eres tú.

Hay otra parte de mi historia con el Covid. Hay una parte llena de belleza. En el hospital, cuando ya iba mejorando, pasaba sola las 24h a excepción de los momentos en los que los diferentes profesionales tenían que entrar (poquitos y cortos momentos por el protocolo Covid). En esas horas descubrí que me caía bien. Que me gustaba la persona que era y que me sentía contenta. Esto puede parecer una nimiedad y no entenderse lo trascendental de este momento. Al igual que Manuel, trabajo con personas que vienen con traumas muy duros y trabajamos muchísimas horas. Siempre estando muy presentes para ellos y ellas y con poco tiempo para darme cuenta de esta reflexión. El estar en el hospital sin ninguna ocupación, sólo la de dejarme cuidar, propició este reencuentro conmigo misma que me hacía sentirme en paz, muy madura y fuerte y alegre.
Me llegó mucho amor de muchísimas personas, me sentí muy amada desde la distancia y sintiéndolo tan cerca. Y vi todo el amor que había hecho sentir a esas personas, un amor que era mío, de mi naturaleza como persona.
Estas experiencias internas y externas han sido sin duda muy importantes en mi recuperación y lo siguen siendo.
Actualmente, 8 meses después, aún recuperándome, siento que es una experiencia que me ha sumado. Ha hecho que saque una versión renovada de mí misma, una mejor versión.
Hace un momento me estaba mirando en el espejo y veía como esa imagen no era yo, he pensado que dónde está Nuria. Aún mi cuerpo y mi cara hinchados y deformes por los corticoides, mi pelo corto porque se me estaba cayendo, el notar la atrofia al no poder peinarme bien aún porque no puedo subir bien… Y justo, casi al mismo tiempo que surgía esa frase en mi cabeza (esa no soy yo), ha surgido otra con más fuerza. Esa si eres tú, es el inicio de tu nueva tú. Y entonces he visto en el espejo mi sonrisa y yo le he sonreído a ella.

Nuria Linares Campoy
Nacida en 1975. Psicóloga sanitaria. Licenciada en Psicología por la Universidad de Málaga.
Máster en Psicología Clínica y de la Salud.
Máster en Terapia Sexual y de Parejas
Máster en Psicología Jurídica
Máster en Trastornos de la Conducta Alimentaria
Postgrado en Violencia hacia la mujeres y menores.
Terapeuta EMDR con estudios de disociación y Trastornos Alimentarios
Estudios en terapias Somáticas para trabajar el Trauma: Somatic, Hakomi, T.R.E.
Estudios de PARCUVE para trabajar el trauma complejo
Estudios en Hipnosis clínica