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¿Por qué el lenguaje y los enfoques racionales no sirven para los pacientes con trauma complejo?

Al tratar diferentes pacientes con trauma complejo empecé a darme cuenta de que todos ellos tenían en común algo inusual con la percepción del tiempo y el espacio. Me di cuenta de que, aunque la metacognición parece funcionar con normalidad, había un problema oculto en la misma metacognición. Una paradoja que funciona, pero no funciona. Me explico: a nivel racional, la descripción de lo que ocurre dentro y fuera de la persona (su yo más íntimo y el mundo y las personas respectivamente), la metacognición parece funcionar. Pero no funciona, porque en realidad se trata de una impostura, el paciente no siente que sepa quien es en realidad. No siente qué es, cómo es o cómo siente.

Ante preguntas como ¿El mes que viene podrías encontrarte mejor?, ¿Qué te gusta?, ¿Qué sientes? ¿Cómo eres?, los pacientes responderán pero, al observarles, verás un vacío en sus ojos y que su cuerpo se queda congelado. Pasado un instante, algunos sacarán al superviviente que llevan dentro y contestarán de una manera aparentemente normal, mientras que otros se quedarán directamente congelados e incluso puede que abandonen la terapia.

En la etapa media de la terapia, según van sintiendo confianza en el terapeuta, comienzan a intuir que tienen un futuro (hasta entonces no sienten el tiempo) y son capaces de “confesar” sus dos caras. Te hablan del actor con el que van a todas partes y que es imposible de descubrir si ellos no quieren (esto ocurre en los casos más graves) y su verdadero yo.

Su verdadero yo no tiene forma: está escondido y fusionado con el cuerpo. Llevan tanto tiempo actuando que no saben qué o quiénes son, hasta el punto de que no se reconocen en los espejos. Tampoco quieren que los conozcas porque en palabras de una paciente de 15 años “Me alegra ver que me puedes describir quien soy, pero me da mucho miedo. Al conocerme, me ves y me puedes hacer daño”.

Esta podría ser la razón por la que las preguntas de corte cognitivo o conductista no son capaces de descubrir la verdadera realidad de estos pacientes. Ante tales preguntas se describirán como “Soy una persona que no se enfada y normalmente estoy feliz” por ejemplo. Las preguntas de corte cognitivo, lógico oracional no llegan a su verdadera naturaleza oculta ya que se ha quedado congelada a una corta edad.

Desde mi punto de vista, el lenguaje simbólico, onírico y una comunicación con elementos animistas es el único capaz de llegar a ese “yo atormentado” como dice Van Der Hart. A continuación, desarrollaré el porqué de la necesidad de este tipo de lenguaje.

El desarrollo normal de la percepción del tiempo y del espacio podría ser la siguiente:

·         De 1 a 7 años, los niños están fusionados con el cuerpo y al defusionarse con las historias simples que se cuentan sobre ellos mismos empiezan a percibir el tiempo y espacio. Al principio la percepción del tiempo y el espacio es primitiva y muy limitada.

No entienden que un viernes es el último día de escuela o de trabajo, el espacio va más allá de su casa y poco más. Si en esta etapa se produce un maltrato severo el yo será minúsculo y se quedará escondido, envuelto en una maraña de imágenes (flashback o historias terroríficas, culpógenas…) que atacan (otros pacientes reprimen estas imágenes y quedan envueltos solos en la oscuridad) y una sensación de que el futuro es oscuro.

La solución para ellos es esconder el yo en medio de una oscuridad que les permite esconder los recuerdos que les atormentan. Además, esta oscuridad les permite no ver lo que hay dentro ya que duele y da terror. Al no tener escapatoria, el futuro se vuelve oscuro y se para o ralentiza. Una paciente me decía; “Es como si hubiera vivido 200 años”. Otra, me decía “Intento que el tiempo no pase, porque duele”. Creo que la mezcla de futuro oscuro, terror y oscuridad a nivel simbólico produce la disociación y la mantiene en los casos de trauma complejo.

·         De los 7 a a14 años, los niños empiezan a expandir su percepción del tiempo y del espacio. A partir de los 14 hasta los 21 años, se desarrolla la metacognición y podemos pensar sobre el pensamiento. También podemos pensar sobre el tiempo, sobre quiénes somos y sobre lo que nos gusta.

Los pacientes con trauma complejo solo pueden utilizar la metacognición de ellos para afuera, pero no la pueden aplicar con su yo ya que no saben quiénes son ni se pueden reconocer en los espejos ni en las imágenes que les devuelven los demás. Al no poder espejar en los demás también pierden la función de metacognición cuando el terapeuta les explica cómo ven a su paciente, ya que no les sirve para pensar sobre algo que no es.

 

Al no saber quiénes son y sentirse un cuerpo fusionado con un yo, o una especie de embrión sin desarrollar, no se sienten identificados con otras personas con experiencias similares. Aunque pueden entender que les ha pasado a otras personas lo mismo que a ellas, al no sentirse, no sienten el alivio que sí experimentan otras personas cuando entienden que no son los únicos. Pueden comprender, pero no llegan al sentir, por lo que dudo que una fase inicial las terapias de grupo puedan calar en estas personas. En consulta me dicen que no les hubiera servido al principio de la terapia pues su resistencia es total hacia el exterior.

Para mí, esta es la razón por la que nos crean confusión y la razón por lo que los terapeutas de enfoque cognitivo o conductual no pueden entender su realidad interna y les cuesta entender la disociación y los problemas de metacognición que presentan. Ellos te pueden hablar acerca del tiempo e incluso de la teoría de la relatividad. Pueden hablarte de que son felices que tienen una familia normal y que no les ocurre nada y dar la apariencia de que todo es normal. Sin embargo, no pueden utilizar la metacognición para pensar sobre sus emociones o experimentarlas porque no tienen un yo con historias al que acudir y meta-pensar o meta-preguntarse.

Al dividirse su realidad en el que está dentro sin saber qué es, y en el que está afuera y que aparenta sí saberlo, en terapia hablarás al principio con el segundo. Para conseguir esta fractura, las figuras de apego utilizaron la capacidad del cerebro para sugestionarse y construir realidades e identidades diferentes mediante sugestiones básicas y especializadas. Decirse “eres lo peor” en un momento de fracaso, sería una de las sugestiones simples, de las otras hablaremos después.

Por ejemplo, una madre puede repetirle a su hijo cuando algo le sale mal que es un inútil y que no sirve para nada. Puede incluso compararle con alguien que es un superdotado cuando su hijo puede ser incluso brillante. Y todas estas sugestiones en un momento de fracaso o con una comparación tramposa harán que se construya una verdad sentida (Una verdad sentida no es válida. La válida es la verdad objetiva) de que “no valgo”.

Las sugestiones que realizan las figuras de apego, en las que se les construye una realidad en la que no son normales, son malos, los otros pueden descubrir que no son lo que intentan ser. Las sugestiones en las que se les cosifica o se les usa, causan esta ruptura en dos partes: La que se esconde y el actor que sobrevive.

Al no poder soportar el dolor que le provocaron estas frases o acciones, la persona las esconde, se fusiona con el cuerpo, y crea una actor o persona aparentemente normal. Este actor se relacionará con los demás y evitará más daño al precio que sea. En este caso el mayor precio es vivir una mentira y no sentir quién es, no poder verse.

Si mi padre me dice “Tus amigos piensan que eres una buena persona y te aprecian mucho” y me lo dice en un momento que estoy relajado, esta frase me provocara bienestar y una bajada de defensas. Pero si continua con “qué pena que no conozcan de verdad lo que eres” producirá un shock que provocará disociación y la última frase entrará en el inconsciente y construirá una realidad en la que puedo ser descubierto en mi diferencia y maldad.

Pienso que es una sugestión especializada porque al relajarte primero y luego invalidarte, esta frase sortea las defensas conscientes y penetra en el inconsciente creando un gran daño y una ruptura de la realidad positiva que creó la primera. El miedo que provoca, paraliza, y crea la disociación necesaria para que la frase se convierta en una potente sugestión.

Una frase no se convierte en sugestión sin una figura de poder (por ejemplo, una figura de apego). Este tipo de sugestiones están aderezadas por una figura de apego, un clima adecuado que ayude a bajar las defensas (una casa del terror donde hay gritos, maltrato, terror, amenazas veladas o no…) y una predisposición a ser sugestionado. Y la predisposición se da por la necesidad que tiene el niño de aprender y construir una realidad y explicarla.

 

Si este clima y las sugestiones se mantiene durante tiempo y el niño es usado como objeto (abusos sexuales, decirle que él no tiene derecho ni a vivir y que tiene que cumplir la voluntad de él o de ella) creará con el tiempo una ruptura temporal, espacial, de la realidad y de la metacognición, como hemos explicado antes.

¿Te atreverías a pensar en ti mismo con este tipo de realidad construida? Está claro que no. Además, como cualquier preso adaptarías tu comportamiento para ser aceptado y no ser atacado. O te podrías convertir en el preso más peligroso.

Una forma de sobrevivir es construirte una identidad falsa que actuará como una defensa, pero que no es una identidad. Contarás que no vales o que eres lo más grandioso. La razón podría ser que: es mejor ser malo y no valer y no ser querido por tu familia, que ser bueno y admitir que no te quieren o que los que te quieren están enfermos (¿Puede quererme un enfermo?).

Imaginémonos que nuestro padre dice que no somos nadie, que no valemos para nada, que no sabe cómo podemos ser hijo suyo, que estamos mal hechos. Podemos tomar dos decisiones. Darle la razón para aplacarle y relacionarnos de forma sumisa, como si no tuviéramos derechos con los demás. O podemos crear una imagen de que somos mejor que él y por ende mejor que los demás en lo sucesivo.

En los dos casos es una defensa y no una identidad ya que el yo es diminuto y está escondido en una parte profunda y no quiere ser visto o descubierto como explicamos antes. Pero en el primer caso hay algo más profundo. Si yo soy el malo y mi padre tiene razón me trata mal para cambiarme porque me quiere.

Esta es la razón según mi entender por la que los enfoques más conductistas o cognitivos piensan que tienen metacognición y se estrellan haciéndoles entender que no son malos y que no hay argumentos a favor de esta tesis. El problema es que, al ser una defensa no pueden pensar sobre ella como si fuera una identidad.  No tienen identidad y no pueden metapensar sobre ella.

Una paciente me describía lo que tenía de malo y de bueno. Venía muy animada porque íbamos a integrar lo malo en su yo. Cuando le dije que lo que íbamos a integrar era lo bueno, sintió un dolor intenso en el pecho y me dijo que no podía hacerlo. Con el tiempo, me explicó que en realidad no sabía quién era y que una descripción negativa de ella la defendía.

Por lo que si no indagas más en profundidad, y esto no me parece posible en la fase inicial de la terapia, nos llevaremos una idea muy equivocada de la identidad real que tiene el paciente.

Y ¿qué hacemos? Si no nos podemos comunicar a nivel lógico (2) con ellos en el nivel profundo ¿Cómo podemos comunicarnos con ellos? Con la hipnosis, el lenguaje racional solo sirve para calentar. Después empieza la comunicación de verdad: la corporal que hemos utilizado desde el principio y lo onírico, simbólico y animista durante la sesión y en el procedimiento hipnótico

Los pacientes con trauma complejo suelen soñar con demonios, sombras, animales, planetas y monstruos. Y esta es la manera de comunicarse con el inconsciente y con el niño-feto que está dentro y que no sabe quién es ni cómo es el mundo a nivel emocional.

Los primeros brujos (su familia ) les contaron historias de ellos mismos aterrorizándoles y presentándoles un mundo fantasmagórico y amenazante alrededor de una hoguera de noche mientras rugían las fieras . Esto ocurre en cualquier sociedad animista y que vive en un micro-mundo como una selva o una isla. Los árboles y animales son dioses y demonios que les castigan o los eligen para ser malos o buenos como una predestinación.

Los segundos brujos (los terapeutas) podemos contarles alrededor de la seguridad de la consulta y con la hoguera del trance otras historias. Historias que les hagan mirar y los animen a vestir su yo y a empezarse a poder contar cosas sobre ellos mismos que no den miedo.

Esto creará ese proto-yo que podrá defusionarse del cuerpo. Cuando esto empieza a ocurrir y estamos en la etapa intermedia del tratamiento, empezará a haber luz en medio del futuro oscuro (esto es literal). Al mismo tiempo el yo atormentado estará en un espacio más grande (el espacio se despliega a la vez que el tiempo según parece ocurrir bajo hipnosis).

La oscuridad empieza a aclarar y la persona puede empezar a verse y a sentirse un poco más grande. No tolera mucha más luz pues podría ver todo lo que hay de golpe o ser visto por los demás y volver a ser dañado (esto es de lo que informan los pacientes en trance en las etapas intermedias)

En el momento que hay tiempo y espacio, estos empiezan poco a poco a expandirse y la oscuridad empieza a aclarar.  La persona puede empezar, gracias a estas historias primitivas *, a pensar sobre sí misma a nivel emocional. De esta forma, tendrá un conocimiento básico de quién es, poder madurar y crecer internamente. Cuando el embrión empieza a convertirse en proto-yo y puede empezar a conocerse, el tiempo y el espacio empiezan a expandirse y podemos hacer madurar y crecer a la persona de alguna forma.

Por lo que desde mi punto de vista es imprescindible utilizar el cuerpo y el lenguaje simbólico para comunicarnos con el paciente y poder contarles quiénes son y que empiecen a tener un yo que les permita contrarrestar el yo atormentado construido en el ambiente hostil.

También estoy convencido de que gracias a su gran actor algunos enfoques terapéuticos son engañados, culpando a la resistencia del paciente. A la vez no verán disociación porque el paciente nunca les llegara a confirmar su no saber quién es. La razón es que las preguntas directas y el lenguaje racional no cala y no defusiona el yo-cuerpo por lo que no pueden empezar a mirar hacia adentro y compartir su verdadera realidad.

Además, cualquier intento por evitar la disociación o de racionalizar lo que les pasa no puede ser entendido por su verdadero yo. Su verdadero yo si tiene 9, 7 o 6 años y necesita historias y cuentos para aprender. Cuentos que sustituyan los cuentos terroríficos que experimentaron y que escondieron dentro de ellos. Y estos relatos tienen que tener animales, símbolos y figuras con poderes nuevos que transmuten lo malo en bueno.

Además, si no se sienten entendidos y se intenta entrar en su mundo interno se producirá un  aumento de la disociación y de la fusión cuerpo-yo  fusión para defenderse. Nos sentirán como las primeras personas que nos les entendieron ni vieron de verdad: sus familias.

Para finalizar, destaco los conceptos de tiempo, espacio, oscuridad e identidad como fundamentales en el tratamiento del trauma complejo. Las técnicas con un enfoque comunicacional simbólico infantil y onírico son de gran utilidad para abordar la terapia. Estas técnicas deben de ir orientadas a evaluar y tratar el despliegue y la normalización de la percepción interna de estos.

La hipnosis es tanto una herramienta diagnóstica como de intervención. En trance (o en los sueños) la observación del mundo interno nos indicará cuál es momento de la terapia en la que está el paciente. Además. las reacciones de la persona durante la hipnosis nos indicarán en qué fase de la terapia se encuentra y qué podemos y debemos hacer para solucionar los bloqueos.

 

NOTA: En este artículo no incluyo otras casuísticas de origen del trauma como sería el caso de la adopción u otros para no enmarañar el tema.

 

*Cuando me refiero a historias, son historias que se construyen en terapia entre paciente y terapeuta. También son los pequeños avances y cambios que va consiguiendo la persona en terapia.

NOTA 2: En una conversación con Pilar Gil para ayudarme a corregir el artículo, me di cuenta que había que hacer la siguiente aclaración:

La psicoeducación es necesaria y les puede ayudar a aclarar. La lógica también es necesaria y la entienden. El problema surge a la hora de “sanar”. Los yo fusionados con el cuerpo, al tener corta edad, necesitan un lenguaje absurdo e infantil que sea aceptado y sortee las barreras racionales. Además, reitero que las historias simbólicas y animistas son las que mejor se adhieren al yo para formar el proto-yo.

 

 

 

Alejandro González

- Psicólogo General Sanitario colegiado M-25884. Consulta privada.
- Experto en hipnosis clínica (UNED)
- Master en Investigación en Psicología (UNED)
- Experto en terapia familiar sistémica (CISAF).

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