El miedo a la soledad en la relación de pareja

“Para que nada nos separe, que no nos una nada”
(Pablo Neruda)

Desde que nace, el ser humano necesita de otro para sobrevivir, no sólo es una necesidad física, sino también emocional. El Modelo PARCUVE explica esta necesidad partiendo del circuito del pánico. Cuando estamos en una situación de malestar o peligro (real o percibida), este circuito se activa y buscamos una figura que nos proporcione seguridad. Cuando la obtenemos, retornamos a un estado de tranquilidad y confort, pero, cuando por las circunstancias que sean no hemos obtenido esa seguridad, aparece la sensación de rechazo. Desde el punto de vista neurobiológico, en este proceso, el cerebro genera glutamato, que produce activación y una disminución de opiáceos, que conllevará sentir mucho malestar físico. A nivel del Sistema Nervioso Autónomo (SNA), se activará la rama simpática, la cual me provocará también esa activación. Si no obtengo el momento de encuentro, de seguridad y conexión que necesito, el cerebro producirá  opiáceos que recubrirán el tálamo, llegando a provocar sensaciones disociativas y a nivel de SNA, se activará la rama dorsovagal parasimpática que me provocará inmovilización.

Es importante destacar, que desde la neurobiología y el apego, esos primeros aprendizajes o experiencias de la infancia, van a determinar los mecanismos de regulación que usamos en la actualidad. En el tema que nos ocupa, el aislarme o el vincularme a una pareja a pesar de ser dañina para mí.

Como se puede ver en este gráfico de Manuel Hernández (2020), partiendo del mismo miedo a la soledad, podemos optar por diferentes formas de comportarnos

Por un lado, podemos evitar estar solos para no sentir esa sensación de vacío. Para ello, nos uniremos a otros bajo el paraguas de la dependencia emocional llegando a “abandonarnos” a nosotros mismos con el fin de tener a alguien al lado; también podemos irnos al extremo contrario y querer controlar a los demás como medio de asegurar que los tendremos ahí a través de la manipulación o la culpa o bien, tendremos relaciones sociales o sexuales superfluas, variadas… de nuevo, para no sentir la soledad.

Por otro lado, otro de los comportamientos que podemos adquirir es el aislamiento. Con la premisa de “si estoy solo nadie me hará daño” me meto en una burbuja. ¿Cómo llego a este punto? Puede ser que haya tenido una serie de experiencias negativas en las que me he sentido rechazado o abandonado y no quiero volver a revivir eso o experiencias en las que me he sentido asfixiado, controlado… y de nuevo, no quiero volver a vivir una experiencia semejante.

Cualquiera de estos comportamientos los podemos considerar mecanismos de regulación fallidos y tendrán consecuencias para nuestro bienestar emocional llegando incluso a causar depresión.

Cuando hacemos terapia de pareja en nuestra consulta o atendemos a personas que se quejan de problemas en su relación, podemos observar que gran parte de las dificultades que están teniendo vienen de ese miedo a la soledad.

En relación a la soledad evitada, tendremos a la persona que puede vivir en una situación de maltrato y no abandonarla por miedo a estar sola, o bien, que puede controlar o incluso maltratar al otro como medio de asegurar esa compañía.

En relación a la soledad buscada, evitar el compromiso. Es increíble la cantidad de personas que me dicen: “No entiendo por qué me ha dejado, si estábamos mejor que nunca, incluso hablábamos de casarnos”. Y ahí precisamente está el problema, la persona que tiene miedo a ser rechazada huirá de la relación cuando note que está adquiriendo un compromiso en el que va a sentir mucho dolor cuando la abandonen. Prefiere dejarlo antes de que vaya la relación a más y pasarlo peor. Evidentemente, la pareja no entiende nada.
En este sentido también nos encontramos con las situaciones de infidelidad. En muchas ocasiones el paciente nos trasmite “yo no quiero hacerlo, pero le soy infiel”. Es la manera que esa parte nuestra que tiene miedo al abandono se sabotea. El compromiso le da miedo y es una forma de no vincularse por completo a una persona o incluso de que esa persona me deje antes de adquirir más compromiso.

Además, la persona para evitar la soledad puede llevar a cabo otros comportamientos como tomar drogas, hacer actividades de riesgo, tener problemas con la comida… Estas “soluciones”, que provocan calma a corto plazo, se acaban convirtiendo en un problema con nombre propio.

El trabajo desde el modelo PARCUVE consistirá en enfrentarse a la soledad entendiendo qué es lo que provocó ese miedo a la soledad, al rechazo, al abandono… y cuáles fueron las estrategias que, en ese momento, usó la persona para regularse ya que así, podremos conocer qué está sucediendo en la actualidad. La persona podrá revivir lo que ocurrió en el pasado pero desde un presente en el que tiene recursos o capacidades diferentes de afrontamiento y, por tanto, integrar esa experiencia vivida para que no le afecte en la actualidad.

 

Rocío Juncos Carcelén

Rocío Juncos Carcelén

Psicóloga Sanitaria en Empatiza Psicólogos
Licenciada en Psicología
Máster en Psicopatología y Salud
Experta en Violencia de Género
Estudiante de postgrado de PARCUVE
Vocal de la Asociación Española de Trauma Psicológico (AETPS)

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